lunes, 6 de abril de 2009

Viajar en coche por un país como Ruanda es un espectáculo para los ojos de un europeo, en las cunetas que no existen, caminan cientos de personas, aquí casi todo el mundo se mueve a pie. Todo es color y movimiento, las mamas con sus niños y varios kilos colgando de sus cabezas, niños jugando, hombres que se dirigen a algún lugar, todo pasa en un escenario de colinas verdes, plataneros y huertas. Después de cinco horas y casi cuatro de ellas sobre asfalto,-lo cual es un lujo aquí- llegamos a la frontera. Aquí el nerviosismo ha aumentado considerablemente, y de pronto ya no hay asfalto... solo barro. La gran preocupación, las cajas, se olvida por un rato, no me quieren dejar entrar. No tengo visado y nunca he estado así que debo volver por donde he venido y conseguir el visado, en ese punto dejo parlamentar a nuestras compañeras, que han venido a recogernos, con la funcionaria. Al cabo de veinte minutos todo se soluciona pagando y me dan el papel para poder entrar. Ahora todos miran a los 150kilos de cajas pensando que nos va a costar un dineral que nos dejen llevarnoslas…pero sin razón ni porque, como suele suceder aquí, el empleado responsable de levantar la baliza se acerca y Lorena le da cinco dólares…ya está! Pasamos nosotros y las cajas y de nuevo mis compañeros creen que ha sido un milagro.
Lo que más choca al cruzar los veinte metros de frontera y llegar a Bukavu es el suelo, todo es un barrizal además ahora es la época de lluvias. Hay enormes socavones y baches, todo el suelo está desgastado por la gran cantidad de agua que cae cada día. No hay carretera, no hay aceras, hay coches y muchas motos, en la RDC la preferencia es del vehículo así que mejor apartarse a cada pitido, que suele ser continuamente o te tirarán. Por fin y desde que dejamos Bilbao hace dos días,llegamos a la sede de Coopera en Kivu-Sur, a la casa de Bukavu. Toda la ciudad se extiende al borde del lago Kivu, famoso entre otras cosas por ser donde arrojaron una gran parte de los cientos del miles de muertos durante el exterminio de Ruanda. La casa está en un península que se adentra en el lago, a pocos metros está la sede de la MONUC y varias casas de otras ONG. Pero el proyecto se desarrolla en varias localidades a pocos kilómetros de Bukavu y la mayor parte en Lwiro, un pequeño pueblo a apenas treinta kilómetros, pero dos horas de trayecto en coche.
Ahí nos dirigiremos en un par de días, con todo el material.

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